El pensamiento circular
Ey,
¿tienes unos minutos?
Quizás te pille desayunando. Quizás no. Quién sabe.
¿Te escuchas esta y luego vuelves aquí?
Venga, te espero
(no me hagas trampa y sigas leyendo que te veo por un agujerito).
Hace calor y he quedado con una amiga en el centro. Aunque he salido de casa con tiempo, llego tarde. Justo mientras camino por el Mercado de Tapinería, lo veo. Allí está un joven tocando la guitarra al lado de un montón de guiris. Lleva una camiseta roja, vaqueros y una barba de tres días sin arreglar. Yo ya me iba pero el muchacho empieza a cantar El pensamiento circular de Iván Ferreiro.
¿En serio? ¿Va a cantar esto delante de esta people? Hay que ser muy valiente o muy loco para hacerlo. No sería mejor, no sé, unos Beatles, un Wonderwall…
Retrocedo tres pasos. Un, dos, tres. Me paro y me quedo a escuchar. El músico me mira, esboza una tímida sonrisa y asiente con la cabeza. Estoy quieta pero la canción sigue sonando:
Son las palabras, cargadas y agitadas, que tienen el poder de transformar el tiempo.
Cierro los ojos. Intento meditar y calmar el ruido que siempre me acompaña. Dibujo mentalmente un círculo con tiza a mi alrededor. Me envuelvo con una pompa de jabón que me protege. Mi mente viaja al pasado. Cojo un caleidoscopio y miro a través de él. Me veo en el Festival de Les Arts hace unos años. Hay mucha gente para escuchar a un cantautor tan triste. Muevo la cabeza lentamente e intento seguir el ritmo de esta hipnótica canción. Me gustaría decirle tantas cosas a esa Sandra del pasado. La verdad es que se me ve feliz, menos decepcionada y más ingenua. Justo cuando corro hacia mí queriendo acercarme y hablar, despierto. Abro los ojos. Descubro mi mano derecha posada en mi mejilla. Vuelvo al presente. El músico termina de tocar. Sacudo la cabeza en un intento de despejarme. Saco del bolsillo unas monedas y las dejo en la funda de la guitarra.
Gracias,
le digo.
El chico me sonríe*.
*Esta vez con todos los dientes.
Me marcho.