Hola, ¿qué tal? ¿Cómo estás?
Ya es finales de agosto y está a puntito de empezar septiembre. (Ya chica, no has descubierto nada). Solo espero que hayas rascado algunos días de vacaciones y que hayas podido descansar algo. El verano es ese tiempo en el que algunos aprovechan para viajar y otros nos quedamos en la ciudad. Yo he formado parte de este segundo grupo y ni tan mal. Si lo romantizas todo, una Turia en una terraza a 38 grados sabe hasta bien.
Hablando de romantizar las cosas, hace poquito vi la peli de La virgen de agosto. Eva, de 33 años, decide quedarse en Madrid en (adivínalo) agosto. Aparentemente, un plan solo apto para las más valientes. La prota, va dejándose llevar por los encantos de esa ciudad que parece no dormir nunca. Va al cine, da paseos por el templo de Debod o conoce a gente en las fiestas de San Cayetano. Lo cierto es que agosto es genial para hacer cosas que en otro momento no nos dejarían hacer (el capitalismo y sus garras, ya sabes). Es una peli que devuelve algo de esperanza en este sin-sentido que es la vida.
Septiembre: ese nuevo comienzo de año
Septiembre es época de volver pero también de comenzar. La gente se lo toma como una especie de año nuevo. Como si todos esos propósitos escritos en enero, pudieran hacerse en los cuatro meses restantes. Amado y odiado por muchos, este suele ser un buen momento para sentar las bases y para volver a hacer balance. Climatológicamente hablando, aunque depende de dónde vivas, es un mes más agradecido que el estival caloret pegajoso. Por estas líneas algo optimistas, supongo que estoy positiva. No obstante, es un optimismo fluctuante y no del todo permanente. Dentro de mí hay una niña enfadada que le dice a su madre que se queda en la cama cinco minutitos más. ¿Será porque estoy escuchando de fondo Mamá no quiero ir al colegio mientras escribo esto? No sé.