Una chica me ha dado los buenos días y me he asustado.
Entre lo dormida que estoy y que mi educación por las mañanas no parece despertarse… Ha sido un momento ridículo. He tardado unos segundos en responder, ensimismada en lo que tenía entre manos (un libro). Estaba más pendiente de lo que Annie Ernaux tenía que decir que de los strangers con los que comparto transporte público. Dicen que el mal olor atrapado en el vagón y el correr detrás de un metro en hora punta une muchísimo. No es mi caso, desde luego.
Intento ajustarme a los relojes a pesar de que el mío lleva estropeado meses. Tampoco me he molestado en arreglarlo. Si algún día se me jode el móvil y tengo una cita me veré obligada a hacer el terrible esfuerzo de preguntar la hora a un desconocido. Las interacciones detrás del preguntando se llega a Roma también han sido destruidas. Otra cosa que mata el Internete.
Google Maps es tu pastor. Nada te falta.
Nadie te hace falta.
Llego tarde.
Tendría que haber preguntado la hora.
🤡