Si acaso yo pudiera sentarme a tomar un café con Meryem, la prota de este libro, le diría muchas cosas. Dos Ambrosías Tirma, por favor. El azúcar que no falte.
Le confesaría en los primeros cinco minutos de conversación que estamos-todas-agotadísimas. ¿A ti también te han preguntado lo de qué animal serías? Yo dije que era un gato. Siempre observador, cariñoso a ratos. Independiente y astuto.
Le comentaría también que cualquier lugar puede ser perfecto para una lloradita y a seguir (produciendo). Me vale un bus, un supermercado, un parque o una oficina. Como dice Betina, llorar en esta última hace que al menos las lágrimas coticen. ¿Qué pensabas que ibas a ser cuando tuvieras 30 años? Yo de pequeña no tenía demasiada proyección a futuro así que aunque parezca raro, nunca imaginé nada. Supongo que todavía no sabía quién era y mucho menos quién quería ser.
Las amigas me cuentan que están tristes, enfadadas y decepcionadas. Nos vendieron una moto, la compramos y ahora ni siquiera parece arrancar. Estudia-saca buenas notas-hazte un máster-tendrás trabajo seguro, decían. Si tienes la suerte de dar con un curro y que sea de lo tuyo, tendrás que sobrevivir a la jungla de los salarios precarios, de los alquileres por las nubes y de las jefas tipo Yolanda que lo que quieren es cargarse tu autoestima. Hay que ser fuertecita pa’ soportar todo esto, ¿eh?
(8) Si arribe a divendres t'ho jure m'ofegue en cubates (8).
En la jerarquía de cargos y departamentos es difícil escalar pero no imposible. ¿Seguro que quieres ascender en este sitio? ¿Estás dispuesta a pagar el precio por ello? El poder corrompe y puedes pasar de oprimido a opresor muy rápido. Cuando algo te descuadre, cuando algo te resulte completamente incomprensible, sigue el dinero. ¿Cuánto estamos dispuestas a aguantar por el vil metal? Nos estamos peleando por migajas de pan quemado y encima parece que tenemos que dar las gracias.
Toda esta conversación nunca sucederá, claro.
Porque la autoficción al final es eso, ¿no?
Ficción.