Las paredes blancas. El olor a desinfectante. La incómoda cama. El levantarse al baño como gesta heroica. El pasear tímidamente por la habitación con el gotero como bolso.
Cuando vives en un hospital, empiezas a conocer a los otros. Los otros son personas que también están allí. Es como si estuvieras atrapada en una especie de oasis temporal en el que el cuerpo te grita y demanda tu atención. Todo se para a la fuerza. Lo quieras o no. De repente una se vuelve más creyente y reza. Reza por una misma y por los suyos para que se pongan bien.
A veces te encuentras con algunas médicas simpáticas, con algún que otro médico que no lo es tanto, enfermeras y celadores. Toda una orquesta de los cuidados en la que cada integrante cumple su función.
Un hospital es un tipo de invierno muy concreto. Hay que pasarlo (como el oso cuando hiberna).
Por eso muchas intentamos que el tiempo sea dentro algo más amable, que la estancia pase lo mejor posible.
Abrazos y cuídate ❤️
5 días para mí, 21 días para mi bebé en Neo. Cuántas postales. La más bella es cuando nos fuimos. Sin embargo, hemos vuelto a ese hospital, por suerte por cosas mínimas, y recorro sus pasillos con agradecimiento. El aroma a desinfectante hasta me genera melancolía de ese bebé tan chiquito y tan bien cuidado allí, de esa enfermera tan cariñosa conmigo... En fin, recuerdos. Gracias por compartir y hacer que surjan. Fuerza ♥️